Se fue Mutis, dejándonos a Maqroll el Gaviero...
Álvaro Mutis, creador del personaje Maqroll el Gaviero. |
Tengo con Álvaro Mutis una contradicción que encierra el gusto por su
prosa limpia y diafana como un cristal eterno de pureza, y ese aire
monárquico de sus posturas políticas. Entonces el compromiso de un
escritor se derivaba a escribir bien como mandan esos señores añejos de
la Academia pero también tomar el hecho literario como una fuente para
la proyección de un mundo mejor, como se mandaba a decir en los agitados
días de fervoroso lector consumado de todo lo que llegaba a mis manos.
Es decir, escribir no es para embobar lectores, sino para hacerlos
pensar también...
Después que leí Summa de Maqroll el Gaviero, en esas lecturas
agitadas y voraces de mi adolesencia formadora de lector. Su poesía me
hablaba, o dice en boca de este personaje aventurero un sartal de
proezas para su supervivencia en un mudno que ya no existe, o si existe
está en la nostalgía de ese escritor poeta. Además estaba yo muy imbuido
por la prosa comprometida y pensé que Mutis, era un reaccionario de
carta cabal, y no entendía cómo era amigo personal de Gabriel García
Márquez, el escritor que más admiro por su obra, su postura política, su
amor al cine, y porque yo me considero un gabiologo consumado.
Pero volviendo a Mutis, me satisfizo La mansión de araucaima, esa prosa recargada de poesía seca y pesimista. Y por esa novela, le seguí el rastro de su Gaviero
en las novelas de la saga. Son muy irregulares, el encandilamiento de
su prosa de resonancias añejas de ese castellano cervantino de el
Quijote, hace olvidar que debe construir una estructura completa y
acorde pero se queda en unos finales abiertos, que allí uno piensa si se
desesperó en que nos sabía el autor narrador para dónde va esta vaina,
una expresión muy mutiana, por supuesto, pero bueno, de pronto la
próxima nos entrega lo que nos debe pero no tampoco.
No volví a leerlo ni a releerlo, pues como soy un escritor que busca que
le enseñen a escribir, noté que Mutis, nada de esto me entregaba.
Con ello, y ahora que llevó yo mis años de vida encima, es decir la
experiencia de la vida, voy a tomar en tarea de releerlo, para saber si
ese encandilamiento de su fina prosa cervantina me dice algo que tal vez
pasé por alto, y así, me digo, que el mejor homenaje a un escritor que
nos deja es, leerlo simplemente. Así que manos a la obra...
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